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miércoles, 25 de diciembre de 2013

LA LUZ



La luz
“Todo puede regresar" 
 
Cuando yo era una niña, la luz (electricidad) no existía como tal. Ahora siempre es de día, jamás es de noche. Creo que la sensación de nocturnidad en la actualidad, sólo lo da un cine vacío, cuando vas hasta la butaca una vez iniciada la cinta.
Antiguamente había día y noche. Una vez que el sol se alejaba en el horizonte, caía la sombra del silencio y para mí el miedo.
Siempre he asociado la oscuridad al miedo. No he podido vencer esa sensación desasogante que se instalaba en mi corazón, me atenazaba las manos y me bloqueaba las piernas y el sentido.
La luz era una bombilla pequeña situada en la entrada de casa, otra en la planta superior para los dormitorios. La cocina se alumbraba de los leños y las brasas.  Las sombras estaban en todos los rincones, en las paredes se situaban monstruos, flores, conejos, y sobre todo manos. Había auténticos expertos en dibujar sombras a la luz de la lumbre. Yo me acurrucaba en la luz amorosa de las brasas, me dormía sobre el huevo frito y no quería subir jamás al piso de arriba, sombreado y frío.
Las calles presentaban peor aspecto, sólo un par de farolas que en vez de luz proyectaban sombras y maleficios. Yo corría de casa en casa, muerta de miedo, cuando caía la noche.
 Si había luna nueva, el vacío total. Si había luna llena, se alumbraban los montes en la lejanía, casi parecía de día, alumbraba mucho más que las farolas. La luna en mi niñez era un ser más de la creación con su sonrisa maliciosa y esos ojazos.
Al fondo en la lejanía se escuchaban un sinfín de sonidos, en el cielo La luna proyectaba sombras sobre las casas, sobre las sabinas que parecían moverse y cambiar de lugar.
Yo siempre acababa perseguida por una mujer de pañuelo blanco, el corazón se salía por mi boca antes de doblar la esquina de mi casa.
Cuando nos trasladamos a otra ciudad, el terror de mi madre era el importe de los recibos de luz, se pasaba el día apagando los interruptores y diciendo: “apaga la luz”.
Yo todavía tengo la costumbre de llegar a casa y encender todas las luces, me siento bien así, es inconsciente. Pero dadas las circunstancias, si seguimos así, volveremos al reino de los miedos. Y no sólo por la falta de luz, más bien por la penumbra que nos rodea.

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