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viernes, 6 de marzo de 2020

REMBRANDT

   Se expone en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, los retratos de Rembrandt, veinte piezas de gran formato, a la que se añaden los grabados,  hay un total de cerca de 100 obras expuestas, 39 son de Rembrandt (22 lienzos, 16 grabados y una plancha). Hay obras maestras cedidas por los museos como el Metropolitan de Nueva York, el Louvre, la National Gallery de Londres y la de Washington, el Ermitage, el Rijksmuseum…, así como colecciones privadas. Magna exposición que se puede ver y revisar y volver a ver.
  Durante mis dos horas de inteso recorrido, la vista y el sentimiento se te escapa hacia los retratos de Rembrandt en cada una de las salas. Se dispone por décadas, bien iluminados (que bien ¡¡¡) y la elección del horario del medio día y día laborable hace que se puedan apreciar las obras sin agobios y sin discursos guiados.

 Rembrandt se nos hace atractivo debido a que sólo había un cuadro en España hasta la apertura de este Museo (a la que sumo otro retrato más). La Artemisa del Prado tenía que ser visitada casi siempre, es magnífica. Pero Rembrandt tiene tanta obra que es muy díficil hacerse a la idea del todo como artista. Mi segundo encuentro fue " La ronda de noche", quedé un tanto defraudada, para compensar mi desdicha estaban los retratos de los museos de Amsterdam y de La Haya.

 Creo que uno de los aspectos  que más interesa de Rembrandt son los retratos, en este sentido el Museo se ha marcado un tanto a su favor, a pesar de los cuadros estupendos que le acompañan (Hals, Keyser, Flinck, etc.) no puedes evitar ir continuamente a revisar sus efectos de luces, sus pastosidades, sus figuras inacabadas, la interpelación de los retratados, que nos miran con curiosidad, quizás preguntándose por que coño lo estamos mirando. Se establece una sintonía total entre el cuadro y el visitante. Así es como enlazamos con el pasado, de camino de miradas y sentimiento que nos enlaza hacia un futuro de los tiempos. Quizás el retrato del escribano este sorprendido de que tanta gente pase por delante de él.


  En una de las últimas salas, tres retratos nos salen al paso  (enmarcados en unos marcos de una riqueza que impide a veces la lectura): Retrato de Caballero y de Dama, su mujer. Procedentes de la Galería Nacional de Washington y procedente de Inglaterra, de la National Gallery :
Mujer con capa de piel, posiblemente Hendrickje Stoffels.

Es un retrato que resulta imposible para los manuales de la historia de la pintura. Si lo ves por primera vez y no sabes de quién es, lo datariamos a principios del siglo XIX, parecería un Degas olvidado en algún almacen perdido.

Podrían haber traído la Novía judía  o alguna obra similar, de la última década. Esas pinturas en las que al observarlas hay que reprimir el deseo de tocar, esas superficies asperas y grumosas, en las que el color cambia cada centímetro. Pero ya hubiese sido demasiado ¡¡¡¡.


Magnífica exposición que no hay que perderse.


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