"Hace tiempo que se me habían acabado todas las ayudas. Mis padres, ya mayores, llevaban varios meses pagando los 540 euros de mi hipoteca. No me salía nada, las expectativas eran muy malas. Recuerdo que estaba en un bar que tenía al fondo la tele puesta. Echaban Españoles en el mundo. Salía un hombre que vivía al norte de Noruega, decía que ganaba 4.000 euros. Se le veía contento al tío. De pronto se tiró al agua de un salto... Y me dije: Paco, allí te tienes que ir".
Francisco Zamora, de 44 años, de Alcantarilla (Murcia), es un tipo tranquilo. Lleva una bufanda con triple vuelta al cuello para esquivar el frío punzante. Tiene un graduado de electrónica, experiencia en la construcción y en fábricas, llegó a ganar 3.000 euros al mes. Pero hace tres años que todo eso quedó atrás. Como él, cientos de españoles que llevan meses en el paro han emigrado de una España en crisis y han puesto rumbo a uno de los países más ricos del mundo; la elección no podía fallar. Pero una vez allí el mito se les ha quebrado. Sin cualificación o idiomas, les cierran las puertas. Las autoridades no quieren saber nada de ellos. Algunos se han gastado sus ahorros y malviven, durmiendo incluso en la calle. "¿Sabes lo que es buscar en la basura?", pregunta un catalán que nació en democracia y para quien la palabra emigrar era cosa del pasado.
El pasado agosto, Paco pidió de nuevo dinero prestado a sus padres y compró un billete -de ida- a Bergen. Era la primera vez que salía de España. Llevaba 225 euros en el bolsillo. "Aterricé a las ocho de la tarde. Mi plan era pasar la primera noche en el aeropuerto, pero tenía tantas ganas de ver la ciudad que me subí al autobús. Cuando llegué, estaba anocheciendo y hacía un frío que te mueres. Toda la ropa que llevaba me la puse encima y dormí en la calle como pude. Me echaba en una marquesina, andaba, me metía en un portal...". Paco pasó la primera semana dando vueltas por una de las ciudades más pintorescas del mundo. El mar, la montaña, coloridas casas de madera... "Llevé un macuto pequeño que cabía en las taquillas de la estación de tren. Pagaba cinco coronas (0,75 euros) por usar el baño y allí me aseaba. Un día me crucé con otro español que me habló de un albergue al que podía ir de día a por comida y a entrar en calor".
Francisco Zamora, de 44 años, de Alcantarilla (Murcia), es un tipo tranquilo. Lleva una bufanda con triple vuelta al cuello para esquivar el frío punzante. Tiene un graduado de electrónica, experiencia en la construcción y en fábricas, llegó a ganar 3.000 euros al mes. Pero hace tres años que todo eso quedó atrás. Como él, cientos de españoles que llevan meses en el paro han emigrado de una España en crisis y han puesto rumbo a uno de los países más ricos del mundo; la elección no podía fallar. Pero una vez allí el mito se les ha quebrado. Sin cualificación o idiomas, les cierran las puertas. Las autoridades no quieren saber nada de ellos. Algunos se han gastado sus ahorros y malviven, durmiendo incluso en la calle. "¿Sabes lo que es buscar en la basura?", pregunta un catalán que nació en democracia y para quien la palabra emigrar era cosa del pasado.
El pasado agosto, Paco pidió de nuevo dinero prestado a sus padres y compró un billete -de ida- a Bergen. Era la primera vez que salía de España. Llevaba 225 euros en el bolsillo. "Aterricé a las ocho de la tarde. Mi plan era pasar la primera noche en el aeropuerto, pero tenía tantas ganas de ver la ciudad que me subí al autobús. Cuando llegué, estaba anocheciendo y hacía un frío que te mueres. Toda la ropa que llevaba me la puse encima y dormí en la calle como pude. Me echaba en una marquesina, andaba, me metía en un portal...". Paco pasó la primera semana dando vueltas por una de las ciudades más pintorescas del mundo. El mar, la montaña, coloridas casas de madera... "Llevé un macuto pequeño que cabía en las taquillas de la estación de tren. Pagaba cinco coronas (0,75 euros) por usar el baño y allí me aseaba. Un día me crucé con otro español que me habló de un albergue al que podía ir de día a por comida y a entrar en calor".
"En un bar que tenía la tele puesta echaba 'Españoles en el mundo' en Noruega. Y me dije: Paco, allí te tienes que ir" ...
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- La Fundación Robin Hood ocupa dos plantas de una casa de madera del centro de Bergen. Está al lado de un McDonald donde una hamburguesa BigMac cuesta 6,50 euros (frente a 3,80 en España). El albergue se inauguró en 2003 "con la idea de dar cobijo a las familias noruegas con menos recursos que no pueden pagar cuatro euros por un café en un bar", explica Wenche Berg Husebo, la mujer con rasgos de hobbit que preside esta fundación privada (que se financia con 270.000 euros de origen público). El nombre se eligió pensando en los niños que tuvieran que frecuentarlo. Es miércoles por la mañana y en Robin Hood el idioma que domina es el español. Entre 60 y 100 personas pasan por allí a diario. Y la mitad de ellos, dice Marcos Amano, su director, son españoles. La entrada no está bien señalizada para no poner en evidencia a sus usuarios. Hay todo tipo de tés, galletas y fruta pelada. También ordenadores y ropa. En una esquina cogen polvo varias cajas llenas de latas de mostaza de vinagre de Módena que les ha regalado una tienda gourmet. "Antes venían noruegos, polacos, alguna familia de refugiados políticos... pero en marzo empezaron a llegar españoles", explica Husebo. "Desde ese mes han venido 250. Al principio eran hombres de todas las edades, después llegaron treintañeras solteras. Y luego, padres de familia, algunos con sus hijos. La mayoría no consigue trabajo porque no hablan ni noruego ni inglés". Paco tardó varios días en dar con Robin Hood, no encontraba la entrada. Allí conoció a Mauricio, un ecuatoriano que imparte clases gratuitas de noruego y que ha sido el salvavidas de más de un español. A Paco consiguió colarlo en la lavandería de un hotel. Durante tres meses, el murciano durmió allí escondido. Entraba de noche, se ponía el despertador a las siete para salir antes de que llegaran los empleados. "Una mañana me quedé dormido y me descubrió una empleada. Pero no dijo nada, se portó bien", cuenta. Noruega, con su petróleo, su (hoy más que nunca) envidiable Estado del bienestar, sus políticas de conciliación y, sobre todo, con sus elevados salarios y bajísimo desempleo (3% de tasa de paro), ha visto llegar en los últimos meses un nuevo perfil de emigrante que ha abandonado España empujado por el paro prolongado y por la progresiva merma de los salarios. Los periódicos noruegos los han bautizado "los refugiados laborales del euro".
''Desde marzo han venido a nuestra casa de acogida 250 españoles'Responsable de la fundación Robin Hood
Un madrileño durmió tres días en las calles de Bergen y tuvo que ser hospitalizado con síntomas de congelación
"Siempre han venido españoles, pero ahora llegan los desesperados que necesitan un trabajo de verdad", dice Jesús
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