FONFRÍA
A la memoria de Javier
Ortega Dueñas
Ahora, que tal vez estés cansado
y
te sientas, igual que yo, solo y muy triste,
quisiera
proponerte que vayamos
a
un hermoso lugar, azul y verde
oscuro
en la memoria,
recóndito
y ameno,
en
donde el boj se eriza
y
corre un blanco arroyo,
lleno
de dulce leche
y
de dorada miel,
entre
mudables sombras
y
el mugir perezoso de las vacas.
Allí
sigue el refugio
que
albergó, aún indemnes, nuestros cuerpos,
aquel
otoño de rojizas trenzas
y
de apagada nieve.
Soñábamos
entonces, todos juntos,
el
sueño más precioso
y
también más falaz:
que
nunca acaba el tiempo.
Eras,
Javier, tan tímido
y
a la vez tan afable,
con
esa paz que transmitían siempre
tu
gesto y tu mirada.
Y
te movías, ágil y flexible,
igual
que un joven dios que iluminase,
con
su viva presencia,
nuestra
particular, perdida Arcadia,
aquellos
días en que ni siquiera
habíamos
cumplido veinte años.
Rafael
Lobarte, junio de 2017
1 comentario:
Bien Rafa. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
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