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jueves, 19 de agosto de 2010

"INSOLENTE JUERGEN TELLER" X Abel H Pozuelo

Deseo



No me gustó la exposición, pero me ha encantado el artículo.


Insolente Juergen Teller

Artículo Abel H. Pozuelo
¿Quién es Juergen Teller (Erlangen, Alemania, 1964)? ¿Qué tipo de persona es, de qué clase será su alma? Al rato de pasear por su primera retrospectiva española es eso lo que nos preguntamos, no qué clase de artista es… El recorrido empieza con la serie Ed en Japón, fotografías delicadas y llenas de vida, en un color suave y quemado al mismo tiempo, de película de 35mm. sobreiluminada, de polaroid sin luz, de algo que se borra bajo el sol. La cámara mirando la nieve caer y el cielo y los árboles desde abajo, como desde el punto de vista de un niño asombrado. Y a menudo un niño (Ed, el hijo de Teller) durmiendo, comiendo y jugando. Ternura, armonía, morosidad del tiempo, calma. Pero las estampas retratadas están a menudo impregnadas de blancura estallada de flash y las fotografías van torcidas, encuadradas de forma torpe, desenfocadas.

Después, el desfile frena ante una sucesión de jóvenes detenidas en la entrada de una casa. Casi niñas, sin maquillar, sin posar, sin preciosos vestidos ni sex appeal pero auténticas aspirantes al deseo colectivo. Empieza a sonar la música de la modelo consensuada como tal, el viejo sonido de pianola de la modelo en el sentido dado por las Bellas Artes y los afilados destellos sonoros metálicos y breves de la Moda, del arquetipo intangible del cuché. Pero desde el principio suena estropeado, bajo el eco de toneladas de basura, roña, cal de pared, fosas, emergencias no escogidas. Y a las chicas de la puerta las espera un cazador emboscado: el lobo feroz, que es el mismo Juergen posando semi desnudo ante ¿su cámara?

Avanzamos y lo desconcertante nos conduce a través de casi sublimes naturalezas muertas tomadas en cualquier descampado, para llegar al Louvre en cuyas salas, congeladas, la modelo Raquel Zimmermann y la actriz Charlotte Rampling componen un conjunto casi espeluznante, desnudas e inmóviles como estatuas junto a Mona Lisa o la Venus de Milo. ¿Quién es Juergen Teller? ¿A qué juega? ¿Quién más había en esa lujosa habitación de hotel en que se desvanece junto a Charlotte Rampling, cuando él enseña sus partes pudendas, cuando ella lo abraza como a un niño? Zimmermann, las modelos, el fotógrafo de moda, lo banal y efímero, todo deviene en un instante capturado: aquél en que la belleza se sienta en las rodillas de Teller para ser azotada.

Muslos y antorrillas llama Teller a esta exposición y al catálogo editado: frágiles fronteras de la carne, fronteras del deseo. Juergen es un bárbaro invasor que no sabe de fronteras, que juega con el derroche de admiración que encuentra por igual en una esquina de La Habana que en la Historia de la pintura y de la fotografía (Eggleston, Cranach, Araki...). La cruda vida estilizada y la estilizada vida encrudecida. El objeto de deseo por consenso se sitúa en posición de subordinación y la frontera con lo vulgar, con la tendencia de la naturaleza a estar muerta, con la belleza de la carne en proceso de pudrirse, con el lujo manchado de mierda, con la inocencia en medio de la bacanal, con la lujuria atrofiada, palidece. Y aparece un lugar donde encontrar la belleza desprovista de vestimentas y emblemas.
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Claro hay que haber visto "Portero de noche con Charlotte Rampling"

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