Las lilas me recuerdan la infancia: los cielos cargados de negrura,
espesos y pesados, la tierra mojada por la lluvia, los surcos rojos
dibujando senderos, paralelas sin fin sobre la loma, al fondo los
matojos, los primeros tallos verdes de los gamones y unas pequeñas
sabinas moteando el paisaje, más negras todavía.
Ensuciando todo el cuadro unos grajos gritando y bailando, como en un cuadro de Van Gogh.
Y al atardecer el aroma de sus flores que perfumaban hasta la cuadra de las vacas.
Ahora recorto los ramos, coloco jarrones de flores por toda la casa
y por las tardes me invaden los recuerdos,
las risas que no volveré a escuchar y esa mirada queda, que se pierde en mi ojos llorosos.