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miércoles, 12 de marzo de 2014

MON PERE

Mi padre …apuntes
… mi padre estuvo hasta los treinta años detrás de un arando romano como el de la foto, detrás de los bueyes, esos animales mansos, enormes, barados en su monótona existencia de ir y venir, solo el movimiento del rabo espantando las moscas los hacia visibles sobre los surcos negros.

Su juventud y parte de su niñez la dedicó al cuidado de las ovejas, soñando bajo las estrellas de los cielos castellanos. Le gustaban las cartas, el chocolate, las canciones y soñar. Siempre tuvo ojos de soñador, hasta en la vejez, aunque entonces, para mitigar el dolor de su impotencia se le llenaban de lágrimas de vez en cuando.

Hacia los veinte salió de su pueblo, de su tierra hasta la ciudad de Zaragoza y  un poco más tarde las montañas del pirineo edificaron fantasmas en su memoria virgen. Montañas que fueron su mito y su gloria. El gris de los árboles de su tierra, las sabinas,  ahora eran paleta de colores, las praderas verdes y no de matojos y retamas. Los oteros aquí eran el Everest. Los arroyos se transformaban en ríos. El frío era parecido, tal vez más húmedo, pero frío al fin y al cabo.

La segunda vez que piso Zaragoza, fue un poco más triste, un poco más duro. Emigraba con una maleta de paja que todavía se conserva intacta. Venía para no volver, para triunfar y no volver, para no mirar hacia detrás. La cabeza bien alta, aunque el corazón se le tornara duro y desconsolado. Ahora sé que se fue por mí, por mí y por mi hermano. Creo que nunca se lo agradecimos, jamás pensamos que debiéramos algo.

Y pasaron los años, trabajando y trabajando, viendo como crecían sus hijos, recordando los atardeceres y las noches castellanas. Riendo en las comidas familiares, contando aventuras de juventud en las bodas, juntando canas en la cabeza de tanto soñar y soñar.  Jugaba a las cartas con maestría y pasaba las tardes jugando con mi madre mano a mano, riendo y discutiendo día tras día.

La bonanza de mi familia se quebró poco a poco, sonaban tambores de crisis y cierres. En aquellos momentos las empresas tardaban años en cerrar, en despedir a sus empleados, sin cobrar meses y meses. Todo rumores, esperas, tristeza ... pero no acabaron con nosotros, pero tal vez en el fondo, si que acabaron con algunna neurona mi padre. Otro silencio más que añadir en la retina. Otro dolor. Otro pesar.

Contaba con más cincuenta años y nada de preparación para su presente. Ahora veo que se reflejan en mi retina casos similares. Son viejos y poco preparados para el presente y sólo tienen cincuenta años. Barceló a esa edad YA estaba en la mitad de la vida. Hay gente que no, que no están a mitad, están casi al final de su existencia.

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