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La exposición de L. Freud es un repaso de su obra, bien representada en sus diferentes periodos. No encuentro las nuevas perspectivas a la que hace mención el título de la exposición, me parece más bien una revisión muy acertada sobre la evolución sobre sus retratos y de cómo va cambiando la presentación del tema, que se va volviendo cada más barroco y carnal.
Cómo va pasando por un montón de etapas, desde la sensibilidad de la indolencia de los primeros retratos, pasando por el poder y la gloria de la barroca madurez, hasta que acabamos en la vejez descarnada.
Colgados los cuadros a la altura de la retina permite apreciar la calidad y la perspectiva de su pincelada.
Están muy bien iluminados, sobre un fondo anodino que aumenta la calidad de los retratados, organizados de manera cronológica.
Sus primeras obras tienen una clara influencia de los pintores centroeuropeos, pero cambia sus pinceladas finas por una pincelada más gorda y empastada (clara influencia de Bacon) que fue aumentando con los años. Aquí hay pintura, masa, celos, soledad, olor, empastes, placer, sentimiento, dolor, color.
Es como un repaso a nuestra propia vida, sin poder ni gloria, pero con muchas miserias.
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