Estamos en plena primavera, los pájaros vuelan de un lado para otro. Los campos verdes están florecidos en los bordes de los caminos. Las carreteras están bordeadas de amapolas kilómetro a kilómetro, cómo si un jardinero las hubiese sembrado semilla a semilla.
Los polluelos de las cigüeñas se asoman por el borde del nido. La curiosidad les invade.
Las golondrinas y los aviones recogen el barro para reconstruir los nidos destrozados por los seres humanos. Lo queremos todo limpio y ordenado y no paramos de destruir sus casas.
En la décadas de los 60/70, claro en el siglo pasado, nadie hubiese osado en destruir un nido de golondrina. Suponía la desidia para la casa. Una especie de maldición
Y una vez destruidas les colocamos unos pinchos para impedir que vuelvan. Es de una tristeza. Les dejamos las casas abandonadas. Este año he visto un ayuntamiento en una zona de parque Nacional con todos los nidos destrozados bajo sus aleros.
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