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martes, 13 de mayo de 2008

Italia del Norte 2

.... continúa .... esta vez para mi novio ...

Y al hilo de lo dicho, siempre me sorprende la llanura del Po, me corroe la envidia cuando llego y veo las tierras tan verdes, tan húmedas. La disposición de nuestro valle del Ebro es parecido, allí se extiende debajo de los Alpes, aquí de los Pirineos, pero si bien es un espacio físico, la realidad es que no tienen nada que ver. En estos primeros de mayo estaba todo en flor, se conjugaban las flores de finales del invierno: azaleas, glicinias, lilas, con las de la primavera plena : rosas, saucos, colza, espireas, ababoles manchando de rojo el verde del maíz y de los trigos.
Quedan todavía las grandes estancias del siglo pasado en medio del campo, testigo mudo de como era ese mundo hace cien años, muchos de ellas abandonadas, otras en pleno uso y mi memoria invariablemente acude a la película de Novechento ( Bernardo Bertoluchi, 1976) y el Arbol de los zuecos (E. Olmi, 1978). La primera, para nuestra generación fue como una revelación y Bertoluchi como un dios, sus enseñanzas eran más simples y cercanas que Marx o otros escritores afines. Nos encantó Dominque Sanda y Depardieu -tardamos mucho tiempo en equipararlo con el actual- soñábamos con ellos y con el cambio en nuestro país. El árbol de los zuecos se queda en lo íntimo, siempre me ha recordado el medio de vida en que nací, ese respeto por la naturaleza, por los seres humanos, por sus creencias, sus necesidades y sus ritos. Detrás de la niebla siempre veo el abuelo cortando el árbol. Esta es una de las grandes diferencias, aquí se cortaba todo, se plantaban pocos árboles y los que habían conseguido crecer molestaban, daban sombras a las cosechas. Así han desaparecido muchos humedales y arboledas.
Creo que en el fondo, es un problema de hambre, en este país se han pasado muchas miserias, demasiadas, largo tema para hablar.

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