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sábado, 23 de mayo de 2009

EL MOLINO DE LOS MONJES


Detrás de Peña Oroel, en una localidad muy pequeña, en Ara, se encuentra este Molino Harinero denominado "El Molino de los Monjes", nos acercamos al Molino paseando entre hierbas y paredes de huertos, algunos abandonados y otros bien arreglados. Estamos en el atardecer, y se preparan las últimas tareas de la siembra de esta primavera, que casi parece verano. Cercano al río, se encuentra una construcción de piedra, consta en la fachada la fecha de 1633, perfectamente conservada, es un Molino de Harina. Cercando el Molino quedan todavía en pie todas las construcciones que hacían que el Molino funcionara: las acequias,la balsa que aportaba agua en épocas de sequía, el sumidero de piedra, etc. También por los alrededores quedan marcados en el terreno lo sobraderos de agua y el arbolado que protegía del sol y evitaba la evaporación.

Se denomina "Molino de los Monjes", queda claro a quién perteneció, supongo que estaría en uso hasta los años 60. Por la mismas fechas, yo recuerdo haber visto el Molino de mi pueblo en funcionamiento.

Nos encanta encontrar sitios como éste, que sin estar restaurados permanecen perfectamente, con las piedras en su sitio, los sillares, los remates de la piedras,los encalados, etc., como si el tiempo no hubiera pasado. Pero sabes que habrán pasado tantas generaciones a recoger la harina del sustento diario, que te hace volver al pasado.

En mi pueblo, el molino tenía en su interior unas grandes piedras redondas, los armazones de madera, y el polvillo blanco que lo cubría todo; los grandes sacos, los comentarios del molinero, todo era sorprendente y desconocido.Nosotros permanecíamos distantes, pero siempre, a pesar del trabajo tan duro, tenían palabras amables para los niños, supongo que nos controlaría nuestra intenciones. Nos tenían prohibido acercarnos al Molino, supongo que para no molestar, no caer al agua o entre las piedras de moler. Ahora solo quedan sus ruinas.

Pertenezco a una generación que ha visto recoger las espigas con la manos, escardar los campos, trillar la mies, almacenar el trigo, llevarlo al molino, y comer el pan que salía del horno transformado en grandes hogazas. Horno que estaba en tu propia casa, en esa casa abandonada y hundida, donde solo los grillos y las lagartijas se pasean por su patio.

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