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sábado, 3 de abril de 2010

X LA SIERRA DE GUARA

(Fotos de : Stª María de la Nuez, Paúles de Sarsa, Sarsa de Surta y Mondot)
 

 
Posted by Picasa

Mi pasado y mi presente están ligados a la sierra de Guara. De adolescentes acabábamos
en dicha sierra por razones económicas, por tiempo y dinero. Pocas veces podíamos ir un poco más
allá. Ahora es puro placer.

Por aquellos días, apenas apreciaba nada más que las paredes de piedra y los verdes prados.
Al lado el árbol y la fuente. El "locus amoendus" de la literatura: la primavera eterna,la alegría de la luz,
la frondosidad de los ríos y las hayas, el cobijo de los muros,
la abundancia de los prados en flor.

Pero salvo excepciones, mis primeros amores están ligados a la sierra de Guara :
desde el monrepós hasta Panillo y desde Rodellar hasta Hoz.

En aquel entonces me parecería tierra áspera, fría, sin encanto. La vida me ha ido
enseñando cosas, muchas cosas. Ahí estan para el que quiere ver y disfrutar.
Hay muchos placeres escondidos entre esas sierras :
los barrancos, el magnífico otoño, el bosque mediterráneo: la vid, el olivo, los arboles frutales,
el huerto y sus placeres, las sabinas y los quercus y muchos más(que poco a poco se han abierto a mis ojos como una luminaria).
No olvidaremos su patrimonio religoso y su urbanismo, que debido al abandono es magnífico e interesante.

En esta Semana Santa en la que todo el mundo ha huido de las ciudades ocupando hasta
los más remotos rincones,
aquí hemos encontrado pueblos vacíos y soleados,
de arquitecturas sin restaurar -odio las modificaciones modernas, "las restauraciones"- el paseo solitario por casas y pueblos medio abandonados que guardan corazones, están esperandonos desde tiempos inmemoriales.
Y nos acompañan por los huertos, nos llevan a los pozos,las praderas, hasta los torreones abandonados,
a los rincones de flores y romanas.

Sierra de Guara
Y después de tantos años y tantas visitas todavía nos quedan sitios
para ver y disfrutar.

El placer de hablar y comunicar, el cariño por el cariño,
sin nada más. El calor del sol.
Las flores de los almendros brillan al atardecer como si fueran las lucecillas
de navidad de Nueva york.
Las uvas del diablo despuntan en los caminos. Caminos por
donde pasearon tanta gente y ahora permanecen vacíos, esperando nuestros pies para
sentir un poco de calor y humedad. Como si fue un beso de amor.

Y el dolor de lo perdido, de las paredes caídas,
de la mesa y el banco cubiertos de polvo, los huertos abandonados donde crecen hierbas miserables. Las praderas florecidas de margaritas,
donde ya no acuden romeros, si acaso a misa y a comer, pero ya no hay baile ni
muchachas, ni niños correteando.
Nos queda un poco tristeza, lágrimas que conseguimos
limpiar con el revés de la manga, a la vez que nos limpiamos los mocos.

Vuela el milano en lo alto, al fondo Cotiella, Peña Montañesa y las quebradas de Ordesa. Cumbres nevadas, blanco sobre cielo azul.

Y volvemos al paseo, buscando la arquitectura de paredes encaladas de las grandes
casonas en las zonas urbanas. Al lado paredes asentadas a hueso, sin argamasa;
losa tras losa que construye paredes y remata tejados.

Como los puentes que se asientan en un equilibrio que parece a punto de desmoronarse, pero llevan años y años. Puentes por donde sólo pasan los mulos, las ovejas y los pies cansados de los caminantes.

Cada cosa en su sitio: la casa principal, el pajar, la cochinera, y un aledaño para los animales. Todos ellos forman un recinto fortificado.
Grandes portalones de entrada coronados por remates de tejadillos de teja roja. Idéntica construcción se hace en los huertos y en la entrada de los cementerios.
Y nos llevan al pasado, al otro lado de los pirineos y a lugares remotos -sistema que se da en sitios tan alejados como Noruega o China-.

(Para Carlos, porque ha encontrado su sitio, su espacio. Tienes tu vida
en tus manos y nosotros añadiremos más dedos)

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