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martes, 27 de septiembre de 2011

BIESCAS CON AMOR de Javier Oliver

El pregón de Javier Oliver :
Reinas de las Fiestas, Alcalde, seores miembros de la Corporación, vecinos de Biescas, visitantes, amigos todos. Hace unas semanas recibí una llamada de nuestro alcalde, pidiéndome el favor de pregonar las fiestas que ahora comienzan. “Planteamiento equivocado”, pensé; el favor no lo hacía yo; me lo hacía a mí.
No soy nacido en Biescas, pero soy de Biescas, vamos, “de Biescas de toda la vida”. Aquí tengo mi casa en toda la extensión que esta palabra tiene en Aragón, y de aquí es mi familia. De zagal he pasado largas temporadas en este pueblo, inmerso en su vida, participado en lo cotidiano y siendo testigo en lo extraordinario. Y he crecido, y lo he visto crecer. Y no me lo han contado; lo he visto yo, y por eso os lo voy a contar, pues como dijo un pastor de Sobremonte, “lo fablar ye muito majo pa dechalo sin fablar”.
Un día, no recuerdo cuándo no en que circunstancias, desde aquello montaña poblada de árboles que véis arriba, y que llamamos Cerruza, despegué con mi parapente. Las condiciones para el vuelo eran buenas. No había nadie; tranquilidad absolut. Una suave brisa ascendente me hizo remontar el lugar del dsegue y pronto me vi planeando por la ruta de Burrambalo. A mis pies, en Fuenteornera, abrevaban las vacas que Ismael padre había subido a finales de junio, alrededor de San Pedro, para pasar el verano. Me acordé que en Casa Lalaguna, sin embargo, de siempre se subían a Pedrafita, puerto menos agreste. Y vi al pastor, Joaquín acarreando piedras de sal. Y estaban sus hijos, y les oi pedir a su padre que les comprara un polo. Me sonreí. Remonté las peñas de Aso y oí chillar a la marmota, seguramente importunada por mi presencia. Pasé por el Pilón de Acumuer y, allá abajo, en la pradera de Plandusabas, vi hozar un jabalí, y en lo alto, en lo que llaman la Peña Retona, observé el vuelo elegante del quebrantahuesos. Los vientos me llevaron al Zarrambucho, y mi sombra proyectada en la pared espantó al sarrio, que oteaba desde su atalaya; aunque quizás no fui yo, pues vi subir, fusil al hombro, a Cuartel y a los hermanos Escartín, Jesús y Javier, y deduje que estaban resacando, cosa que entonces podía hacerse. Y vi también a lforestal acechando al cazador. Tornando por la fuente de la Espelunga, bajé hacia el inarillo, y alí intuí, fugaz, la silueta del ciervo. No me dio tiempo a fijarme, pues enseguida oí ladrar al corzo en los campos de Semolustré. Y no me lo han contado; lo he visto yo. Dirigi entonces el vuelo por encima del barranco del Puerto, hacia la que dicen la fuente del Riñón, y ali quedé suspendido a gran altura. A mis pies, tenía la ermita de Santa Elena, patrona de Biescas, con la Gloriosa manando de la cueva en abundancia.¡Cómo corría la gente por la pradera de la ermita, tratando de recuperar los melones puestos a refrescar, y que el agua, salvaje, arrollaba! Mientras, un perro sin rabo, disimulando, se llevaba las viandas ahora sin dueño. ¿Sería el perro de San Roque, también patrón de Biescas, que que alimentó y sanó al santo en su enfermedad?. Y ahí estaba Maxi, llave de la ermita en mano, explicando a unos forasteros, cómo perseguida por el moro, Santa Elena busco refugio en la cueva, y cómo en la entrada, una araña tejió rápidamente su tela, despistando así al perseguidor, que concluyó con un… “donde la araña tejió, Elena no entró”. Y vi el dolmen, uy pequeo desde mi balcón. Y me llamaron la atención dos jinetes cabalgando por la Pellera, “¡a mi el Séptimo de Caballería!” Luego me dijeron que eran mi padre y Fernando Baratech. Y vi a Alfredo Barrios amonestando a unos excursionistas que en mitad del bosque de Lasieso, hacian fuego para asar chullas. Por encima de las montañas de Loba, tío Joaquín dirigía las caballerías que arrastraban la madera adjudicada en la última subasta. Y en las paredes de Baladrás, más arriba todavía, Antonio Escarpa y Juan Bazán se afanaban por abrir una expuesta vía de escalada. Los zagales, los más pequeños, daban sus primeros pasos de escalador en la via Ferrata que parte dek Zoque, bajo la atenta mirada de sus padres. Creí distinguir a mis hijos, es más, estoy seguro de que eran ellos Y no me lo han contado; lo he visto yo.
Torné mi parapente hacia Biescas, siguiendo el curso descendente del río Gallego, ue ese día bajaba especialmente turbio y tumultuoso. “Tormenta en Francia”, pensé. Y a río revuelto, allí estaban, caña en mano, Ramón Ypiéns y mi tío Javier, pugando por sacar del agua la trucha mas grande. Y en el camino de Santa Elena, cerca del “Crucifierro”, observé gran gentío en peregrinación. Me acordé entonces de la Romería de las Cruces del domingo de Pentecostés. Y vi al mosen descansando en la silleta de Santa Elena. Más abajo, en una barranquera empinada y umbría, creí oír gritos moribundos, y e estremecí, recordando la defensa que los pelaires habían hecho de su tierra frente a las tropas de Antonio Pérez. “Y la sangre tiñó de rojo en río, a su paso por Biescas”, me habían contado mis padres cuando era pequeño. ¡Qué miedo me daba esta historia! Y por entre los cajicos de las Carruscas, subiendo a distinguí a mi hermana subiendo a la Caseta de las Brujas, encabezando una expedición con las guapas mozas de La Abadía. Creo que esa noche planeaban caza de gamusinos. Y no me lo han contado; lo he visto yo.
Y así, volando, llegué a Biescas. ¡Qué pequeñas se veían sus casas, qué pequeñas parecían sus gentes! Allí estaba Salvador, en su carpintería, discutiendo con uno de fuera las bondades de madera de boj. Y allí estaba Sebastián, faenando en su tienda, y Pepe en su bodega, y Feliciano en su carnicería, y Encarnita en su farmacia… Y Manolo en el banco, y Mariano en el supermercado, y Jesús en el estanco, y Falito en la barbería, … y el churrero, y el feriante… y el Estacho, y el O`Garden,…y la Gruta, y el Tendeñera. Pequeños oficios, haciendo grande este pueblo. Me pareció ver también al tío Félix dispensando una partida de tornillos, y a tío Agustín una cajetilla de tabaco negro, pero de esto no estoy seguro, pues volaba a gran altura. Larga cola se extendía por el puente, saliendo de la panadería, y pensé en las tortas de miel recién horneadas. Hasta aquí arriba llegaba el sonido de la sierra de Paquito Lacasa, mezclado con el estruendo de los tubos de la central. Jarandín, en cambio, ya no hacía tanto ruido. ¡Qué bonito se veia el “Tierra de Biescas”! Había animación en el otro lado”; porque el barrio de San Pedro siempre ha sido para mi “el otro lado”. Observé gran gentío en el campo de fútbol; el Real Zaragoza, como visitante, sudaba de lo lindo para hecer un gol en la portería local, cuyos jugadores e defendían como si de los hugonotes se tratase. Y no me lo han contado; lo he visto yo.
Mucha animación se veía también en la cale Esperanza. En Ruba no caia un alma. Allí, en el “rincón del abuelo”, estaba Ramón padre, que hacía ya tiempo que había delegado el negocio en sus hijos. Y oí a Jesús discutir con mi madre sobre las bondades del vino de Somontano, mientras Ramón, en la cocina, preparaba unos tripiligates. Animación había también en la calle Mayor, y en la plaza de Ayuntamiento. ¿La Feria de Otoño, la de Primavera tal vez? ¡No, una carrera ciclista! Se celebraba aquél dia la Treparriscos, y un nutrido pelotón de escapados pasaba rápidamente. Si no fuera porque estoy aquí arriba, diría que voy en cabeza. Y allí están mi hermano, y Api, que van a por todas El pueblo entero se vuelca con la carrera. Siempre lo ha hecho. Es un pueblo dispuesto. Para todo. Recuerdo su comportamiento ejemplar, hace ya alguntiempo, cuando se puso violento el Barranco de Arás. Y no me lo han contado; lo he visto yo.
Allí abajo distingo también a José Antonio Escartín y a Pepe de Josito, que a propósito del Monte de las Acciones, discuten en animada charla con José María de Goyicos sobre la alera foral y otros aprovechamientos aragoneses de pastos, leñas y demás ademprios. ¡Qué envidia me dan y con qué gusto me sumaría a la tertulia, yo, que en el ejercicio de mi profesión, y aunque alejado siempre de esta tierra, he paseado como propias las instituciones jurídicas del Alto Aragón, tratando de enseñar y explicar a los infelices del llamado “derecho común”, en qué consisten cosas tan nuestras como el régimen consorcial, o el derecho expectante de viudedad, o el casamiento en casa, o el testamento mancomunado, o el de derecho de abalorio, entre otras, o el principio ”standum est chartae”,que no es sino el aforismo jurídico del apretón de manos. Sobrevuelo las escuelas, y allí está Angelito, don Ángel, el maestro, educando a zagales de corta edad en los principios del respeto y la responsabilidad, haciéndoles ver que, como aragoneses que son, deben estar preparados mucho antes que los demás, puyes en Aragón se es mayor ya con catirce años. Y quedo suspendido sobre el campo de La Conchada, donde mi mujer, diminuta desde aquí arriba, me saluda alegremente. En su mano agita una hoja de papel con las “preces de a toza de nochegüena”, que está memorizando para Navidad: “güena morcilla grasa, pa la dueña de esta casa”. Y no me lo han contado; lo he visto yo
Debo preparar ya el aterrizaje. Veo a Navas, y a “Fernandito”, y a “Luisito”, que van posando suavemente sus parapentes en los campos de la Viña. En mi último giro aún e da tiempo de ver a Cotí, a nuestro Fernando Escartín, entrenando con su bicicleta rumbo al Cotefablo, a Ismael con su tractor dallando en San Cristóbal, y al cura de Gavín, allá a lo lejos, encaramado en lo alto de la iglesia de Orós en labores de rehabilitación. No hay tiempo para más. Finalmente, aterrizo yo también.
Y y en tierra, mientras me desprendo de la impedimenta del vuelo, aún araño unos segundos para contaros que un pregón es un discurso elogioso en el que se anuncia al público la celebración de una festividad, y se le invita a participar en ella. Y que el pregonero es aquél que en voz alta da pregones, publicando y haciendo notorio lo que se quiere hacer saber a todos. Pues bien, con el recuerdo de todos los que en esta misa labor han pasado por este balcón, éste que hoy os habla, orgulloso pregonero de sangre pelaire, mandatario del pueblo de Biescas, os anuncia, publica y hace notorio que hoy empiezan las fiestas patronales en honor a San Roque y Santa Elena, y os invita a participar en ellas. Y no me lo han contado; lo he visto yo. ¡Felices Fiestas!
Muchas gracias a Javier Oliver Villuendas por este estupendo relato.
( yo veo a unos veraneantes sentados en la terraza del rio, al sol del atardecer del invierno, alargando el momento de la partida, mientras Jose Mari nos cuenta la receta del pacharán ...)
(Retomado de "Mundo Mágico")

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