La visita enlazada de estas dos ciudades : Taxco y Cuernavaca, te permite acercarte en un día desde México. Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera, está sobre los 1.100 metros, se presenta ante nuestros ojos después de remontar la altura de 3.800 metros. Muchas buganvillas y jacarandás recorren o asoman por las fachadas blancas de las casas amontadas en una planicie basta e impenetrable; llena de coches, donde todos los caminos parecen atascados.
No nos permiten ver el que antiguamente fuera Palacio de Cortés(lo vemos de lejos). Los sudamericanos ricos que nos acompañan parecen desconocer el antiguo palacio y los murales de Diego Rivera, prefiero no decir nada y seguir disfrutando de sus conversaciones -no se han dado cuenta de que somos españoles y hablan abiertamente sobre sudamerica, los incas, ¡la inocencia de los españoles!, etc.-.
Las casas desaparecen tras los altos muros y la arquitectura recuerda vagamente a la de Guatemala, aquí también están destinadas a los americanos. La catedral recogida en un recinto amurallado, un edificio del siglo XVI, con interesantes pinturas sobre los muros blancos. Claustro renacentista adjunto y al exterior el recinto recoge varias capillas de la época y otras más modernas. Las primeras supongo que estarían destinadas al culto de los no bautizados, teniendo en cuenta las dimensiones tan grandiosas que presentan.
Retablos de traza renacentista, con esculturas y mazonerías de madera, doradas (buena calidad del oro que se aprecia a simple vista) y estofadas. El lenguaje decorativo pervertido por la influencia indígena.
Después de la visita de Robert Brady continuamos hacia Taxco. Las carreteras son muy buenas. Taxco esta situada de manera inmejorable, sobre las faldas de unas colinas se extiende una masa de casitas superpuestas. Recuerda a Positano, sin el mar,(la costa de Amalfi es uno de los lugares más bonitos que yo he visto); y sobre todo a los pueblos de Andalucia, y no sólo el conjunto, también las calles, las plazas, y los edificios recuerdan la andalucía blanca.
En todas partes los niños y adolescentes salen del colegio, calcetines largos, faldas plisadas, alegría y sonrisa en sus rostros. Madres, abuelas, niños, se percibe la vida diaria : paseos al atardecer, globos y golosinas . Ajetreada pero sin sobresaltos, con cierta calma propia de las zonas cálidas y que siempre me recuerda a García Marquez. Esperan tranquilamente a los padres mientras pelan la pava, los pequeños se toman un helado de "hielo picado y agua coloreada" y la vida sigue. En invierno de las zonas cálidas,en ese momento previo al atardecer, con el sol rojo que alumbra todo, con una luz espesa que nos invade hasta dentro, es unos de los momentos más maravillosos de los viajes a centroamérica.
La mejor sorpresa de Taxco es sin lugar a dudas Santa Prisca. Es un edificio -según todas las informaciones- realizado en su conjunto en 8 años (desde 1758 hasta 1806). Impensable en la españa o francia de ésa época. El atarceder hace más magnífica el rosado de la piedra, realza los motivos decorativos que recorren toda la fachada y las dos torres que enmarcan la portada principal. Al interior un conjunto de retablos (nueve), ¡quedo anonadada!. Desde hace años no había visto un conjunto tan espléndido, -desde mi visita a Sicilia, otro barroco alucinante y desconocido para los historiadores del arte español-.
No tengo fotos, porque volvimos después y fue imposible por los oficios religiosos.
La búsqueda de Benefactor de dicha obra, Sr. Laborda, me deparó en la red gratas
sorpresas. Para los mexicanos se trata de un "francés", pero Laborda nació en Jaca, de padre francés y madre española, procedía de Olorón a su llegada a Taxco, y los escultores de los retablos son Zaragozanos: Isidro Vicente y Luis de Balbás, lógicamente la ciudad donde se habían formado les había influido para tallar y trazar esos conjuntos tan armoniosos, a pesar de estemos hablando del estilo churrigueresco, allí denominado "barroco novohispano".
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